Su boca era oscura.
Su alma una guarida extensa
de vencejos.
Sus manos conseguían aquello
que rogaba con martirios.
Su vulva fue de espuma
más azul que medianoche.
Su pelo cuando llovía...
se llenaba de ángeles,
de ciclistas terribles
al final de cada año.
Su edad era un niño
que lloraba y lloraba.
jueves, 1 de mayo de 2014
Retrato (Luís Miguel Rabanal)
Etiquetas: Luis Miguel Rabanal
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1 comentarios:
Muy buen escrito, gracias por compartirlo. Saludos.
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